Origen del bilingüismo en Andalucía

         El germen de los programas bilingües andaluces se encuentra entre las páginas del documento "Andalucía: segunda modernización. Estrategias y propuestas para la segunda modernización de Andalucía" (Consejo Asesor para la Segunda Modernización de Andalucía, 2003), creado por un grupo de expertos con el objeto de promover e impulsar cambios que garantizaran la incorporación de Andalucía a la sociedad de la información. El documento, definido en el propio texto como una "oleada de proyectos modernizadores" (en su página 43), resaltaba la importancia de la educación como base para el sostenimiento de la sociedad y la necesidad de formar individuos completos que, entre otras capacidades, dominaran su propia lengua y el pensamiento crítico, tuvieran una mejor comprensión de los fundamentos científicos y de las nuevas tecnologías y pudieran comprender y comunicarse en al menos una lengua extranjera (Consejo Asesor para la Segunda Modernización de Andalucía, 2003).
       Los centros andaluces siguen la definición de bilingüismo de Siguan y Mackey (1986), quienes sostienen que los programas bilingües enseñan en dos lenguas, una de las cuales suele ser el idioma nativo de los alumnos. Por ello, en los programas andaluces tanto el español como el idioma extranjero correspondiente son usados como lenguas vehiculares de comunicación e instrucción en algunas asignaturas.
       El uso de la lengua extranjera en situaciones reales tales como la resolución de problemas o la justificación de opiniones individuales le dota de autenticidad y utilidad, facilitando así a los alumnos un mayor dominio de ella (García, 2005) al concentrarse más en la transmisión de información que en el estudio de sus aspectos formales (Cummins, 2002; Genesee, 1999). Como beneficio añadido, la creación de un ambiente proclive al bilingüismo y a la lectoescritura en dos idiomas hace que los alumnos desarrollen actitudes positivas hacia otros idiomas y culturas (Soltero, 2004). Por ello no es de extrañar que los programas bilingües sean altamente valorados por padres, alumnos y maestros (Howard, Sugarman y Christian, 2003; Lasagabaster, 2001).